“Todos proyectamos nuestras personalidades en los libros, así cada uno
reconstruye un libro distinto, el suyo propio”
El
profesor Jesús Villalobos fue el encargado de presentar a nuestra tercera
visitante, la zaragozana Ana Alcolea, quien llegó con gran disposición para
hablar a los alumnos de ESO de dos de sus libros, El medallón perdido y El
secreto del galeón, novela finalista de la presente edición del Premio
Hache.
Jesús
Villalobos hizo un recorrido por la obra de la autora, señalando los rasgos más
importantes de cada una de sus publicaciones, para darle paso rápidamente y que
se felicitara por encontrarse frente a un buen puñado de lectores jóvenes, y
mostrase su satisfacción por estar participando en un proyecto como el
Mandarache. Señaló a los jóvenes como creadores de los libros, porque son ellos
quienes en verdad les conceden la vida a las obras gracias a la imaginación con
la que las recrean.
Demostró
ser toda una experta en manejar ese lazo invisible, hecho de palabras, que se establece
entre el lector y el escritor, y pudimos comprobarlo cuando hizo que Romeo y
Julieta vivieran durante unos minutos entre nosotros, unos instantes mágicos de
silencio durante los cuales la atmósfera se transformó y permitió que todos
compartiésemos el argumento de la tragedia de Shakespeare.
Ana
reconoció que a veces la literatura la maneja a ella como si fuera una marioneta,
porque va modificando los caminos de la obra que esté escribiendo, permitiendo
que los personajes adquieran su propia vida y que a veces le pidan cambios en
la trama que tiene entre manos. Algo que le suele ocurrir a los escritores que
dejan un buen margen a la imaginación, que permiten que los argumentos y los personajes
fluyan.
El
acto finalizó con una firma multitudinaria, pero antes el profesor Jesús
Villalobos nos regaló uno de los secretos de la autora, un poema, desvelando
así otra faceta de Ana Alcolea que tal vez no sea muy conocida por el gran
público.
Sentir
la eternidad de ese leve
instante
de silencio que hay entre
ola
y
ola.
Mirar
hacia el infinito
tras los ojos vacíos del
viejo
muñeco chino de porcelana,...
y encontrarte en él.
Y vivir juntos un momento
donde solo exista la nada,
y que esa nada
nos envuelva con su tupida
niebla.
Y que en un segundo sintamos
la totalidad del tiempo y
del espacio eternos,
formando con nuestras bocas
una gruta milenaria.
Permanecer en el instante eterno
del silencio que nace entre
dos olas.
Quedarse en la profunda oscuridad
de esos ojos ciegos.
De esa nada que
siempre volverá desde la
niebla.